Los escritores bíblicos sostienen de manera constante que Dios creó a los seres humanos. Los pasajes de las Escrituras que tratan sobre los detalles con mayor precisión indican que Dios creó al primer hombre directamente, a partir del polvo (húmedo) de la tierra. Aquí no hay lugar para el desarrollo gradual a partir de formas de vida mas sencillas, hacia otras más complejas, y culminando con los seres humanos. En Marcos 10:6, Jesús mismo afirma: "Al principio ['desde el principio', KJV] de la creación, 'varón y hembra los hizo Dios'."
No cabe duda alguna de que la evolución está en desacuerdo con el relato bíblico. La Biblia indica claramente que el primer hombre y la primera mujer fueron creados a imagen de Dios, al principio de la creación (Marcos 10:6), y no fueron tomando forma a lo largo de millones de años de procesos macroevolutivos.
En un asombroso pasaje, el Génesis relata la creación especial de la mujer por parte de Dios: "Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer" (2:22). Aquí, la palabra original traducida "costilla" es tselá, un término usado sólo en este lugar del Antiguo Testamento para referirse a un componente anatómico humano. En los demás lugares, la palabra significa el costado de una colina, quizá un risco o una terraza (2 Samuel 16:13), los lados del arca del pacto (Éxodo 25:12,14), una cámara lateral en un edificio (1 Reyes 6:5; Ezequiel 41:6), las hojas de una puerta plegable (1 Reyes 6:34).
Por tanto, la palabra podría tener el significado de que Dios tomó parte del costado de Adán, incluyendo huesos, carne, arterias, venas y nervios, puesto que más tarde el hombre dirá que la mujer es "hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Génesis 2:23). La mujer fue hecha "del mismo material" que el hombre (es decir, que compartía su misma esencia). Además, este pasaje (y otros) señala con claridad que la mujer fue objeto de la actividad creadora directa de Dios, tal como lo había sido el hombre.
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