Que es el Maestro Cristiano

DESCRIPCION: El maestro cristiano debe ser para su discipulo un maestro eficiente.

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La preparacion del maestro eficiente

En todo tiempo esta aprendiendo algo el buen maestro, siempre busca un significado positivo del porque de las cosas.

El resultado de una buena siembra.

Al final de cada objetivo o meta el maestro cosechara lo que con sabiduria sembro.

El maestro tambien sabe aprender

El resultado de la clase, el maestro identificara la parte ineficientes que debe mejorar (aprender).

martes, 25 de septiembre de 2012

La imagen de Dios en los seres humanos

La Biblia afirma que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios. Génesis 1:26 presenta a Dios diciendo: "Hagamos al hombre [adám, "la humanidad"] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (véase también 5:1). Otros pasajes de las Escrituras muestran claramente que los seres humanos, aunque desciendan de un Adán y una Eva caídos (en lugar de ser objeto de una creación inmediata por parte de Dios), siguen siendo portadores de la imagen divina (Génesis 9:6; 1 Corintios 11:7; Santiago 3:9).

Los términos hebreos de Génesis 1:26 son tselem y d'mut. La palabra tselem, usada dieciséis veces en el Antiguo Testamento, se refiere básicamente a una imagen o modelo de trabajo. La palabra d'mut, usada veintiséis veces, se refiere de manera diversa a similaridades visuales, auditivas y estructurales en un modelo, patrón o formato. En el resto de 1:26-28 se parecen explicar estos términos en el sentido de que la humanidad tenía la oportunidad de someter a la tierra (esto es, ponerla bajo su dominio a base de aprender sobre ella y usarla adecuadamente) y gobernar (de manera benevolente) sobre el resto de las criaturas de la tierra (véase también Salmo 8:5-8).

El Nuevo Testamento usa las palabras éikon (1 Corintios 11:7) y homóiosis (Santiago 3:9). La palabra éikon significa generalmente "imagen", "semejanza", "forma", "apariencia", a lo largo de toda su variedad de usos. La palabra homóiosis significa "parecido", "semblanza", "correspondencia". Puesto que es evidente que, tanto los términos del Antiguo Testamento como los del Nuevo, son amplios e intercambiables, debemos mirar mas allá de los estudios léxicos para determinar la naturaleza de la imagen de Dios.

Antes de afirmar lo que es la imagen de Dios, explicaremos brevemente lo que no es. La imagen de Dios no es una semejanza física, al estilo del punto de vista de los mormones, o de Swedenborg. La Biblia dice claramente que Dios, quien es un Espíritu omnipresente, no se puede limitar a un cuerpo físico (Juan 1:18; 4:24; Romanos 1:20; Colosenses 1:15; 1 Timoteo 1:17; 6:16). Es cierto que el Antiguo Testamento usa expresiones como "el dedo" o "el brazo de Dios" para hablar de su poder. También habla de sus "alas" y "plumas" para expresar su cuidado protector (Salmo 91:4), pero estos términos son antropomorfismos; figuras de dicción usadas para presentar una imagen sobre algún aspecto de la naturaleza o el amor de Dios. Dios le advirtió a Israel que no hiciera una imagen para adorarla, porque cuando le habló al pueblo en Horeb (el monte Sinaí), no vieron "ninguna figura" (Deuteronomio 4:15). Es decir, toda forma física seria contraria a lo que Dios es realmente.

Otro error, quizá una versión moderna de la mentira de la serpiente en Génesis 3:5, es que la imagen de Dios hace de los humanos "pequeños dioses". Ciertamente, "una exegesis y una hermenéutica sólidas son y siempre serán el único antídoto eficaz contra [éstas y otras] doctrinas 'nuevas', la mayoría de las cuales sólo son herejías antiguas".

Después de identificar las posiciones que hemos de evitar, dirigimos ahora nuestra atención al concepto bíblico de la imagen de Dios. Varios pasajes del Nuevo Testamento nos proporcionan los cimientos para nuestra definición de la imagen de Dios en la persona humana. En Efesios 4:23-24, Pablo les recuerda a los efesios que se les había enseñado a "renovarse en el espíritu de su mente, y vestirse del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". En otro lugar, Pablo dice que la razón por la que tomamos decisiones morales correctas, es porque nos hemos revestido del nuevo hombre, "el cual conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3:10).

Estos versículos indican que la imagen de Dios tiene que ver con nuestra naturaleza moral-intelectual-espiritual. En otras palabras, la imagen de Dios en la persona humana es algo que somos, y no algo que tenemos o hacemos. Este concepto se halla en pleno acuerdo con lo que ya hemos dejado establecido como el propósito de Dios al crear a la humanidad. En primer lugar, Dios nos creó para conocerle, amarle y servirle. En segundo lugar, nos relacionamos con los demás seres humanos y tenemos la oportunidad de ejercer un dominio correcto sobre la creación de Dios. La imagen de Dios nos asiste precisamente en la realización de estas cosas.

Volvemos ahora nuestra atención a la naturaleza concreta de la imagen de Dios. Wiley distingue entre la imagen natural o esencial de Dios en el ser humano, y la imagen moral o incidental de Dios en él. Llamamos imagen natural de Dios a aquello que hace humanos a los humanos y, por consiguiente, los distingue de los animales. Aquí queda incluida la espiritualidad, o capacidad para sentir a Dios y tener comunicación con Él. Además de esto, Colosenses 3:10 indica que la imagen de Dios comprende el conocimiento, o el intelecto. Debido al intelecto que hemos recibido de Dios, tenemos de manera exclusiva la capacidad de comunicarnos inteligentemente con Dios, y entre nosotros, a un nivel totalmente desconocido en el mundo animal.

También, son los seres humanos los únicos en la creación de Dios que tienen la capacidad de ser inmortales. Aunque la comunión de Dios con la humanidad quedara rota en su caída (Génesis 3), la cruz de Cristo le dio entrada al medio que nos proporcionaría para siempre esa comunión con Dios. Por último, según el contexto de Génesis 1:26-28, no hay duda de que la imagen de Dios incluye un dominio provisional (con la responsabilidad de ejercer un cuidado correcto) sobre las criaturas de la tierra.


Con respecto a la imagen moral de Dios en los humanos, "Dios hizo al hombre recto" (Eclesiastés 7:29). Aun los paganos, que no tienen conocimiento de la ley escrita de Dios, tienen, sin embargo, una ley moral no escrita que Dios les ha grabado en el corazón (Romanos 2:14-15). En otras palabras, sólo los seres humanos poseen la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, y el intelecto y la voluntad con capacidad para escoger entre ambos. Por esta razón, se dice con frecuencia que los seres humanos son agentes morales libres, o se dice que poseen autodeterminación. Efesios 4:22-24 parece indicar que la imagen moral de Dios, aunque no fue totalmente erradicada en la caída, ha quedado afectada negativamente en cierta medida. A fin de que su imagen moral sea restaurada "en la justicia y santidad de la verdad", el pecador debe aceptar a Cristo para convertirse en una nueva criatura.

Unas cuantas palabras finales en cuanto a la libertad volitiva de la que disfrutan los humanos. Los seres humanos caídos, aunque tengan libertad volitiva, son incapaces de decidirse por Dios. Por eso Dios les proporciona generosamente a los humanos una medida de gracia que los capacita y prepara para que respondan positivamente al evangelio (Juan 1:9; Tito 2:11). Dios se propuso tener comunión con aquellos humanos que decidiesen libremente responder a su llamado universal a la salvación. En consonancia con este propósito suyo, dotó a los seres humanos con la capacidad de aceptarle o rechazarle. La voluntad humana ha sido liberada lo suficiente para que pueda, tal como suplican las Escrituras, "volverse a Dios", "arrepentirse" y "creer". Por consiguiente, cuando cooperamos con el llamado del Espíritu y aceptamos a Cristo, esa cooperación no es el medio para la renovación, sino el resultado de esa renovación. Para los cristianos que crean en la Biblia, cualquiera que sea su persuasión, la salvación es externa al ciento por ciento (un don no merecido, procedente de un Dios misericordioso). Dios nos ha dado en su bondad lo que necesitamos para que se cumpla su propósito en nuestra vida: conocerle, amarle y servirle.

La unidad de la humanidad

La doctrina de la unidad de la humanidad sostiene que tanto los seres humanos masculinos como los femeninos de todas las razas tuvieron su origen en Adán y Eva (Génesis 1:27-28; 2:7, 22; 3:20; 9:19; Hechos 17:26). Está claro, a partir de Génesis 1:27, que tanto hombres como mujeres son imagen de Dios: "Varón y hembra los creó" (véase también Génesis 5:1-2). La idea es que todos los seres humanos de ambos sexos, de todas las razas, clases económicas y edades, llevan igualmente la imagen de Dios y, por lo tanto, son todos igualmente valiosos ante los ojos de Dios.

Puesto que la Biblia presenta ambos sexos de la raza humana como hechos a imagen de Dios, no tiene sentido que los hombres consideren a las mujeres como inferiores en algún sentido, o como miembros de segunda clase de la raza humana. La palabra "ayuda" Génesis 2:18) se utiliza con frecuencia para referirse a Dios (Éxodo 18:4), y no es indicación de que se trate de una categoría inferior. Igualmente, cuando el Nuevo Testamento coloca a las esposas en un papel de subordinación funcional con respecto a los maridos (Efesios 5:24; Colosenses 3:18; Tito 2:5; 1 Pedro 3:1), no hay por qué llegar a la conclusión de que las mujeres son inferiores a los hombres, o incluso de que, en general, las mujeres deban estar subordinadas a los hombres en cuanto a funciones (el esquema del Nuevo Testamento es que la esposa está subordinada a su propio esposo).

El verbo "someterse" (gr. hypotásso), usado en los cuatro pasajes anteriores que hablan de sumisión, es el verbo utilizado también en 1 Corintios 15:28, donde Pablo afirma que el Hijo "se sujetará" al Padre. No obstante, generalmente todos los creyentes entienden que se habla aquí de una sujeción administrativa; el Hijo no es inferior al Padre de ninguna manera. Podemos afirmar lo mismo con respecto a los pasajes sobre la esposa y el esposo. Aunque Dios haya dispuesto diferentes papeles funcionales para los diversos miembros de una familia, los miembros de la familia que desempeñaran papeles subordinados no tienen un valor personal inferior al de su líder administrativo. De hecho, el apóstol Pablo enseña que en Cristo no hay varón ni mujer (Gálatas 3:28). Todas las bendiciones, promesas y provisiones del reino de Dios están igualmente disponibles para todos.

Además de esto, no es posible sostener el racismo a la luz del origen de la raza humana en Adán y Eva. En lugar de centrarse en esto, la Biblia se centra en otras distinciones. Por ejemplo, los escritores del Antiguo Testamento utilizan "simiente", "descendencia" (tzera); "familia" "clan", "pariente" (mishpajá); "tribu" (matté, shavet) para hablar de divisiones generales a partir del linaje biológico; y "lengua" (lashón) para las divisiones a partir del idioma. Siguiendo un esquema similar, los escritores del Nuevo Testamento hacen referencia a "descendiente", "familia", "nacionalidad" (guénos); "nación" (éznos) y "tribu" (fylé).

Sencillamente, los escritores bíblicos no tenían preocupación alguna por la raza como distinción entre los seres humanos basada en el color y la textura del pelo, el color de la piel y de los ojos, las proporciones corporales y cosas similares. M. K. Mayers llega a esta conclusión: "La Biblia no hace referencia al término 'raza', no hay un concepto de raza desarrollado en ella." Por tanto, se deben rechazar los mitos raciales de que la maldición de Caín fue la que trajo a la raza negra al mundo, o de que la maldición de Caín fue la piel oscura. En lugar de esto, Génesis 3:20 se limita a declarar: "Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes."

En el Nuevo Testamento, el evangelio de Cristo invalidó todas las distinciones entre seres humanos, que durante el primer siglo eran muy importantes. Entre ellas estaban las divisiones que existían entre judíos y samaritanos (Lucas 10:30-35); entre judíos y gentiles (Hechos 10:34-35; Romanes 10:12); entre judíos e incircuncisos, bárbaros y escitas (Colosenses 3:11); entre hombres y mujeres (Gálatas 3:28) y entre esclavos y libres (Gálatas 3:28; Colosenses 3:11). En Hechos 17:26, Pablo dice: "Y [Dios] de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra." En el versículo siguiente señala el propósito de Dios al realizar este acto creador: "Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle" (17:27). A la luz de pasajes como éstos, sería inútil tratar de sostener un punto de vista racista a partir de un supuesto apoyo bíblico.

Por ultimo, no puede haber categorías de valor entre los humanos a base de la posición económica o la edad. El propósito de Dios con respecto a los humanos es que lo conozcamos, amemos y sirvamos. Él nos hizo "capaces de conocerle y responderle. Ésta es la característica distintiva fundamental... que comparte toda la humanidad". Por consiguiente, se debe rechazar toda distribución o clasificación del valor intrínseco de cualquier grupo de seres humanos, por ser artificial y ajeno a las Escrituras.

El traducianismo

Strong cita al teólogo africano Tertuliano (alrededor de 160-230), Gregorio Niceno (330-alrededor de 3950) y Agustín (354-430), cuyos comentarios apoyan al traducianismo, aunque ninguno de ellos nos proporciona una explicación completa de este punto de vista. Más recientemente, los reformadores luteranos en general aceptaron el traducianismo. El término "traduciano" se deriva del verbo latino traducere, "llevar o cargar de un lado para otro, transportar, transferir".

Esta teoría sostiene que "la raza humana fue creada de manera inmediata en Adán, tanto con respecto al cuerpo, como al alma, y ambos se propagan a partir de él por medio de la generaci6n natural". En otra palabras, Dios proporcionó en Adán y Eva los medios por los cuales ellos (y todos los humanos) tendrían descendencia a su propia imagen, lo cual comprendería la totalidad de la persona, material e inmaterial.

Génesis 5:1 afirma: "El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo creó." En contraste con esto, Génesis 5:3 señala: "Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza." Dios les dio a Adán y a Eva el poder de engendrar hijos que fuesen iguales a ellos en cuanto a Composición. Nuevamente, cuando David dice: "En pecado me concibió mi madre" (Salmo 51:5), hallamos evidencias de que David había heredado de sus padres, en el momento de la concepción, un alma con tendencias a pecar.

Finalmente, en Hechos 17:26, Pablo declara: "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres", con lo que afirma implícitamente que todo lo que constituye "humanidad" precede de Adán. Para los partidarios del traducianismo, el aborto en cualquier etapa de desarrollo del zigote, el embrión o el feto, constituye la destrucción de alguien que era plenamente humano.

Los que se oponen al traducianismo objetan que, al contender por la generación en los hijos, tanto del cuerpo como del alma, a partir de los padres, el alma ha quedado reducida a una sustancia material. Los traducianistas responderían que no es imprescindible llegar a esta conclusión. La Biblia misma no específica el proceso creador preciso que genera el alma.

Por consiguiente, debe permanecer en el misterio. Los oponentes del traducianismo objetan también que este requeriría que Cristo hubiere participado en la naturaleza pecaminosa al nacer de María. Los traducianistas responderían que el Espíritu Santo santificó cuanto Jesús recibió de María, y lo protegió de toda mancha en cuanto a las tendencias pecaminosas humanas.

La Teoría Creacionista

Según la teoría creacionista, "cada alma, de manera individual, debe ser considerada como una creación inmediata de Dios, que debe su origen a un acto creador directo". En cuanto al momento preciso en que es creada el alma, y cuando es unida al cuerpo sencillamente, las Escrituras no dicen nada. (Por esta razón, en este punto los análisis, tanto de sus partidarios como de sus antagonistas, son más bien vagos.)

Entre los que han apoyado esta idea se incluyen Ambrosio, Jerónimo, Pelagio, Anselmo, Tomas de Aquino y la mayoría de los teólogos católico-romanos y reformados. Las evidencias bíblicas utilizadas para sostener la teoría creacionista tienden a concentrarse en los pasajes de las Escrituras que le atribuyen a Dios la creación del "alma" o "espíritu" (Números 16:22; Eclesiastés 12:7; Isaías 57:16; Zacarías 12:1; Hebreos 12:9).

Algunos de los que rechazan la teoría creacionista señalan que las Escrituras afirman también que Dios creó el cuerpo (Salmo 139:13-14; Jeremías 1:5). Al respecto, afirma Augustus Strong: "No obstante, no dudamos en interpretar estos últimos pasajes como expresión de una creación mediata, no inmediata." Además de lo dicho, esta teoría no explica la tendencia de todos los humanos a pecar.

La Teoría de la pre-existencia

Según la teoría de la preexistencia, un alma creada por Dios en algún momento del pasado entra en el cuerpo humano en algún instante al principio del desarrollo del feto. Más concretamente, el alma de todas las personas tenía una existencia personal consciente en un estado previo. Estas almas pecan en diversos grados dentro de este estado preexistente, condenándose a "nacer a este mundo en un estado de pecado y en conexión con un cuerpo material".

El partidario cristiano más importante de este punto de vista fue Orígenes, el teólogo alejandrino (alrededor de 185-254). Éste sostenía que el estado presente que observamos ahora en nuestro ser (el individuo alma-cuerpo) sólo es una etapa en la existencia del alma humana. Hodge reflexiona sobre el concepto de Orígenes con respecto al Alma: "Ha pasado a través de otras épocas y formas de existencia innumerables en el pasado, y debe pasar por otras innumerables épocas más en el futuro."

Debido a sus insuperables dificultades, la teoría de la preexistencia nunca ha ganado muchos adeptos.

  1. Se basa en la noción pagana de que el cuerpo es intrínsecamente malo y, por tanto, la entrada del alma en él equivale a un castigo.
  2. La Biblia nunca habla de la creación de seres humanos antes de Adán, ni de apostasía alguna de la humanidad antes de la caída relatada en Génesis 3.
  3. La Biblia nunca atribuye nuestra situación pecaminosa del presente a ninguna otra fuente superior, mas que al pecado de Adán, nuestro primer padre (Romanes 5:12-21; 1 Corintios 15:22).

El origen del alma

Nadie discute en el campo de la medicina, o el de la biología, sobre el origen del cuerpo físico del ser humano. En el momento de la concepción, cuando el espermatozoide de origen masculino se une al óvulo femenino, la molécula de ADN que hay en cada una de las células se despliega para unirse con el ADN de la otra, formando una célula enteramente nueva (el zigote). Esta nueva célula viviente es tan diferente, que después de fijarse en la pared del útero, el cuerpo materno reacciona enviando anticuerpos para eliminar al desconocido intruso. Só1o una serie de rasgos protectores especiales innatos del nuevo organismo lo salvaguardan de la destrucción.

Por consiguiente, es incorrecto que las defensoras del aborto se refieran al embrión o feto en cualquiera de sus etapas, llamándole "mi cuerpo". El organismo que se está desarrollando dentro del vientre materno es, en realidad, un cuerpo individual y distinto. A partir de la concepción, este cuerpo distinto producirá más células, todas las cuales retendrán el esquema de cromosomas exclusivo del zigote original. Por tanto, está claro que el cuerpo humano tiene su origen en el acto de la Concepción.

El origen del alma es más difícil de determinar. Con el fin de llevar adelante el estudio que sigue, definiremos el alma como toda la naturaleza inmaterial del ser humano (abarcara los términos bíblicos "corazón", "riñones", "entrañas", "mente", "alma", "espíritu", etc.). Las teorías sobre el origen del alma orientadas por principios bíblicos son tres: preexistencia, creacionismo (Dios crea directamente cada alma) y traducianismo (cada alma se deriva del alma de sus padres).

El monismo

El monismo, como concepto sobre la realidad, se remonta "a los filósofos presocráticos que acudían a un solo principio unificador para explicar toda la diversidad de la experiencia observable". Sin embargo, es posible enfocar el monismo de una manera mucho más limitada, y eso hacemos cuando lo aplicamos al estudio de los seres humanos. Los teólogos monistas afirman que los diversos componentes de los seres humanos que se describen en la Biblia, forman una unidad radical indivisible. En parte, el monismo fue una reacción de la neo-ortodoxia contra el liberalismo, que había propuesto una resurrección del alma, y no del cuerpo. Sin embargo, como veremos, el monismo, aunque haya tenido razón en reaccionar contra los errores del liberalismo, tiene sus propios problemas.

Los monistas señalan que donde el Antiguo Testamento usa la palabra "carne" (basar), está claro que los escritores del Nuevo Testamento utilizan tanto "carne" (sárx) como "cuerpo" (sóma). Cualquiera de estos términos bíblicos se puede referir a la persona entera, porque en los tiempos bíblicos se veía a la persona como un ser unificado. Por tanto, según el monismo, debemos considerar a los seres humanos como unidades integradas, y no como diversos componentes que se pueden identificar de manera individual, con su propia categoría. Cuando los escritores bíblicos hablan de "cuerpo y alma... se debería considerar como una descripción exhaustiva de la personalidad humana. En la manera de concebirlo del Antiguo Testamento", cada ser humano individual "es una unidad psicofísica; carne animada por alma"

Por supuesto, la dificultad del monismo estriba en que no deja lugar para un estado intermedio entre la muerte y la resurrección física del futuro. Este concepto no se ajusta a numerosos pasajes de las Escrituras. Además, Jesús hablaba claramente del alma y el cuerpo como elementos separables cuando advirtió: "No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar" (Mateo 10:28).

Después de haber revisado diversos puntos de vista sobre el ser humano, y de haber observado los errores posibles en cada posición, estamos listos para formular una posible síntesis. Se ve que los escritores bíblicos usan los términos de maneras muy diversas. "Alma" y "espíritu" parecen ser sinónimos en ocasiones, mientras que en otros momentos está claro que son distintos. De hecho, son numerosos los términos bíblicos que describen a toda la persona humana, o el yo, entre los que están "hombre", "carne", "cuerpo" y "alma", además de la expresión compuesta "carne y sangre".

El Antiguo Testamento, quizá de una forma más obvia que el Nuevo, considera a la persona como un ser unificado. Los seres humanos son humanos, debido a todo lo que son. Forman parte del mundo espiritual y se pueden relacionar con la realidad espiritual. Son criaturas con emoción, voluntad y moral. Forman parte también del mundo físico y, por tanto, se les puede identificar como "carne y sangre" (Gálatas 1:16; Efesios 6:12; Hebreos 2:14). El cuerpo físico, creado por Dios, no es intrínsecamente malo, como sostenían los gnósticos (y como parecen creer algunos cristianos).

Las enseñanzas bíblicas acerca de la naturaleza pecaminosa de los seres humanos caídos afecta a todo lo que es un humano, y no sólo a uno de sus componentes. Además de esto, los seres humanos, tal como los conocemos, y como la Biblia los identifica, no pueden heredar el reino de Dios (1 Corintios 15:50). Primero, es necesario que tenga lugar un cambio esencial. También, cuando se marcha el componente inmaterial de un ser humano con la muerte, no se puede describir ninguno de los elementos separados como un ser humano. Lo que queda en el suelo es un cadáver, y lo que ha partido para estar con Cristo, es un ser inmaterial y sin cuerpo, o espíritu (lo cual es una existencia personal consciente pero no una existencia "plenamente humana"). En la resurrección del cuerpo, el espíritu será reunido con un cuerpo inmortal, transformado y resucitado (1 Tesalonicenses 4:13-17), pero aun así, nunca mas será considerado humano en el mismo sentido en que nosotros lo somos ahora (1 Corintios 15:50).

El concepto del ser humano como una unidad condicional tiene varias consecuencias. En primer lugar, lo que afecta a un elemento del ser humano afecta a toda la persona. La Biblia ve a la persona como un ser integral, "y cuanto toca a una de las partes, afecta al todo". En otras palabras, es de esperar que una persona con una enfermedad física crónica se vea afectada en sus emociones, en su mente y en su capacidad para relacionarse con Dios de la manera acostumbrada. Erickson observa: "El cristiano que anhele estar espiritualmente sano, debe prestar atención a cuestiones como la dieta, el descanso y el ejercicio." De igual manera, una persona que está pasando por ciertas tensiones mentales, podrá manifestar síntomas fiscos, o incluso enfermedades corporales.

En segundo lugar, no se debe pensar en el concepto bíblico de la salvación y de la santificación como el colocar al cuerpo con su maldad bajo el control del espíritu, con su bondad. Cuando los escritores del Nuevo Testamento hablaban de la "carne" en sentido negativo (Romanes 7:18; 8:4; 2 Corintios 10:2-3; 2 Pedro 2:10), se estaban refiriendo a la naturaleza pecaminosa, y no concretamente al cuerpo físico. En el proceso de la santificación, el Espíritu Santo renueva a la persona entera. Ciertamente, somos toda una "nueva criatura" en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17).